lunes, 22 de junio de 2009

No. Ya no creo en el papel, por eso me rodeo del aroma que desprenden los libros recién comprados o los viejos que descansan en la repisa de la biblioteca . Yo no escribiré nunca sobre el papel, quizá para impedir que mis dedos mancillen el espíritu de ese aroma. No soy digno de escribir como los maestros, cuyas obras releo en las tardes soleadas en mi refugio al lado del mar.
Las palabras fluyen en mi mente perturbada, como ríos etéreos que nublan mi ser con imágenes, olores y tacto aterciopelado, desgarrando la realidad que miran los ojos fijos en el paisaje cotidiano.
Una idea, un verso, un relato que se pierde en el mar de los pensamientos que no redacté en mi pequeño ordenador portátil. Como casi todos los que inventé y de los que sólo quedan unas islas solitarias, que de vez en cuando habito, cartografiando su contorno irregular como un marino, ávido por descubrir el paraíso.

G.L.G.

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