martes, 11 de agosto de 2009

Dejame contarte...


Déjame que te cuente un cuento, que ahora inventaré para tí y mañana por la mañana leerás, sin saber que es hoy cuando te lo cuento, sin saber, que será mañana y todas las mañanas cuando te lo lea.



Y tú me dijiste: Cuéntame un cuento que no le hayas contado a nadie…(Isabel Allende)



Caminabas por la arena de oro de una playa, en esa hora, en que el sol se sumerge en el atlante por el occidente y las últimas luces juguetonas se posan dorando los paisajes. Tu vestido blanco ondeaba al viento y un leve rayo de sol rozaba tus hombros desnudos resaltando la piel de bronce. Te acercabas a mí y yo besaba tus pies con mi espuma que te hablaba acariciándote, sin tu saberlo. Con la mirada fija en el horizonte, que por momentos se teñía de naranja, me mirabas brillar y yo te miraba los ojos de miel de brezo, las mejillas sonrosadas y los labios de fresa.
Con cada mirada, mis olas crecían, sin tu saberlo, con el propósito de rodearte, acariciarte, besarte, recorrer tus mil caminos ,que desde la espalda llegan a las redondeces voluptuosas de tu cintura, lamer tus columnas que descansan sobre esos pequeños pies blanquecinos y perfectos, recorrer con mi torrente, el desfiladero de tus senos, precipitándome hacia el sur, donde tu ombligo espera la caricia de mis dedos y más allá donde el secreto valle cálido y umbrío, aguarda al caballero de lanza inhiesta. Yo lo besaría sin tu saberlo.

De pronto una punzada sentí en las profundidades de mí ser y clamé a los avernos y a los cielos sempiternos, donde habitan los dioses y lloré y mis olas resonaron con el eco que tú escuchabas sin saberlo.
Una plegaria envié a las estrellas, que ya en el manto alargado de la noche, titilaban tímidas.


Dioses y Diosas:

Soy feliz con mis olas y mis peces y las caracolas que devuelven el eco de mis palabras, a quien en la orilla quiera escucharme, soy feliz en mis tormentas cuando oscurezco mi manto, cubriéndolo de verdes, de grises y engullo los barcos sin saberlos vivos.Soy feliz descansando en las playas cuando persigo a la luna y retrocedo, dejándome olvidados objetos para quien quiera recogerlos.

Y sin embargo, sé que no podré volver a serlo. Ahora y después. He visto su figura de junco junto a mi orilla en calma; he contemplado la luz de sus ojos llorosos destilando ternuras sin fin. He soñado rozar su piel de seda y poseerla cuando se sumerja en mí. Pero no es suficiente. Ya no quiero ser mar. Quiero ser un ser, que semejante a ella, pueda rozar su delicadeza, sentirla, amarla. Quiero mirarme en el espejo de sus ojos y ser consciente de que soy yo el que su imagen devuelve. Quiero sentir sus besos húmedos en los labios, para que apaguen el fuego que incineran mi alma de deseo.

Quiero amarla, sabiendo que ella es consciente de que la amo desesperadamente. Sin resistencia. Esperando su amor cada mañana al regresar del mundo de los sueños a su lado.



Compadecidos los dioses y diosas y hasta los demonios de las profundidades, concedieron al mar su deseo de ser hombre y lo condenaron al vagar por la tierra mortal carente de memoria para encontrar su gota de mar amada, en la playa sin nombre.
Un día el mar que ya era hombre, navegaba a la deriva, cuando encontró un mensaje en una botella. Leyó el mensaje ávido de conocer su contenido, lo contempló, lo diseccionó y volvió a leerlo sonriendo. Una espada atravesó su corazón de sal y algas y sus dedos corrieron a enviar en la botella, un mensaje a ese ser, que tan distante, buscaba. Lo buscaba sin saber de su existencia.
Quiso el azar o tal vez los dioses, que ese mensaje llegara a su destino y no se
perdiera en el mar engullido por las tormentas. Quiso también el destino que aquellos dos seres, el mar que ya era hombre y su gota de mar, se escribieran primero, se vieran a través del papel más tarde, oyeran sus voces dentro de una moderna caracola después y poco a poco con el tiempo y la ilusión nacida, fueron sus ojos por fin, los que se unieron en ese beso que solo ellos pueden dar, desde la lejanía cercana, pues un poeta lo escribió así. “hay miradas que besan" y es verdad que así sucede.

Lo que aconteció al mar que ya era hombre y a su gota de mar, forma parte de otro cuento que quiero contarte a diario, hasta que se extingan los luceros de mis ojos, si me dejas, si me amas y me dejas amarte.

Por el lobo que camina.

La imagen también es luparia

(solo la inspiración fue tuya M., los que no aman estan cargados de razones, es lo único que tienen. A. Gala.)

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