miércoles, 23 de septiembre de 2009

Es el viento.



Un rumor llega a través de las rendijas de la ventana. Afuera las hojas revolotean arañando los postigos cerrados que se quejan susurrando. Las sombras del cuarto rielan y las cortinas, vaporosos fantasmas, danzan inquietas fustigadas por unos dedos invisibles.
Es el viento quien acecha en la oscuridad trasportando los ruidos de ramas que se mueven; es el viento quien golpea uno a uno los objetos que duermen en las aceras y los hace rodar; es el viento quien afina los cristales, enterrando con su música los silencios de la noche; es el viento quien desnuda las hojas maduras de los árboles que son libres de volar.
En la costa lejana, es el viento quien agita las olas con fuerza haciéndolas suspirar; es el viento quien trae desde muy lejos, furiosos caballos de espuma a morir a la playa insomne; es el viento que rocía con diamantes fugaces –aroma de agua y sal- las rocas quietas del acantilado; es el viento quien tensa las maromas de los barcos, intentando llevárselos a la mar.
En el horizonte navegan veloces algodones que se desgarran y es el viento quien los pastorea y los vuelve a juntar. Es el viento quien zarandea las nubes haciéndolas llorar, y lloran sobre los árboles, sobre las ventanas y sobre la mar. Es el viento quien llama contento a tu puerta, invitándote a jugar.

Por el lobo que camina.

**Imagen es luparia.

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