viernes, 4 de septiembre de 2009

La mirada del amor


** Imagen del gran pintor Hubert Lartigue: Les yeux de Lara **


Vivo en un campo de azules. Uno afortunado e internacional en el que diferentes modos y formas de entender el azul conviven en armonía.

Es media tarde y desde mi atalaya observo pasear a la gente desapercibida de mí, que inexistente, apenas llegan a verme. Soy una ráfaga de viento, una ola que muere en la costa acantilada, un girón de nube blanca que va cambiando de forma en su discurrir por el celeste mar del cielo.
Hoy mis retinas capturan amor. Diferentes formas de sentir lo mismo en diferentes cuerpos, en diferentes sexos –similares o no-, en iguales sentimientos:


Una pareja entrada en años ha roto las cadenas de las apariencias y alejados de su mundo cotidiano- o quizá este lo sea y No el otro- pasean agarrados de la mano, asidos en la mirada que mira hacia el mismo lugar inexistente, transitando la misma senda que lleva al amor tranquilo de los años sabios. En su sonrisa está dibujada la vida.


Otra pareja se acerca; la juventud se precipita en torrentes por sus venas .Caminan separados por el aire que les acaricia el cabello, de pronto, él se detiene; en un gesto brusco sostiene la cadera de su acompañante en sus manos y la besa con violencia en un beso largo, volcánico. Ella deja caer sus brazos inermes a los costados, estira el cuello de cisne hasta ponerse casi de puntillas, una mano se eleva y roza su torso con la palma. El tiempo se detiene y las olas se quedan mirando envidiosas la vida que fluye por ellos. Como el rayo él la suelta y sigue caminando como si aquello no hubiera sucedido- pero lo ha hecho- ambos sonríen, conversan y caminan separados por el viento y en los brillos de sus ojos titilan estrellas de amor y vida.


Otra pareja detenida en la arena permanece enfrentada: ella se deja hacer con la mirada puesta en otros ojos que la miran con ternura. Otras manos perfilan sus cejas- dibujándolas-, acarician su cabello despeinado por el viento y lo mesan. Sus senos descansan sobre el pecho de su amante reflejándose en un espejo lleno de turgencias voluptuosas, inhiestas, desafiantes, ávidas de tocarse como lo hacen. De pronto sus labios corren al encuentro de los otros labios que se besan en la distancia y cerrando los ojos se funden un abrazo de vida.


Una pareja camina abrazada por la arena. El más alto rodea con su brazo las caderas estrechas de su amado, apretándolas contra las suyas; sobre su piel de bronce destaca la nívea piel, que en la protección del puerto, navega con las manos prendidas en su torso desnudo. Sus miradas en ese instante se cruzan, buscándose desesperadamente, entonces se inaugura una caricia y la vida devuelve la sonrisa cargada de amor.


El sol derrama sus dones sobre las personas que caminan, o aguardan el ocaso sentadas junto a la mar y dorando el paisaje humano, brilla el amor, como las estrellas, como la luna inmensa que amanecerá está noche en el oriente y que todos ellos- y vosotros. y yo- admirarán reflejada en los ojos que se aman.

Por el lobo que camina.-

**Ésta noche, plenilunio.

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