domingo, 20 de diciembre de 2009

Las nubes de la infancia.



Los vientos de la tarde han traído hasta mí, rumores del mar azul de la infancia, cuando otros eran los mares que habitaban mis pupilas y aun los naufragios, eran seres mitológicos o cuentos incomprensibles y lejanos.
En esos días de estío, cuyo sol tiznaba la blanca dermis de mis brazos, las nubes eran seres mágicos que cambiaban de forma a su paso por el centro de mi diminuto mundo imaginario. En la tarde de los sábados, eran las señales de humo que los indios, pobladores de esas distantes montañas del horizonte, hacían antes atacar la diligencia. Eran los corceles ocres de madera, a los que subido en sus lomos estaba y que relinchaban encabritándose, para después, salir al galope por los infinitos verdes de los prados cercanos a mí casa. Esas nubes, eran las naves piratas, que despiadadas, perseguían mi goleta arbórea repleta de manzanas y aferrado a la cofa del mayor, era obedecido por marineros que desplegaban y arriaban velas o hacían fuego con los negros bronces de las bandas. Jamás nadie osó navegar tales mares, de peligros lleno, con tanto brío, como aquel capitán bajito de sonrosadas mejillas.

Por el lobo que camina.

**Imagen es luparia.

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