domingo, 10 de enero de 2010

Cincuenta y cuatro y no más días.


Imagen Escha van den Boguerd .-Brisia.

¿Te acuerdas? No contestes, sonrie, ya sé que no. La memoria era la parte menos importante de lo nuestro. Cada encuentro era solo eso, un acuerdo tácito donde la parte emotiva era siempre yo. En esos sueños que dibujabamos mirando al techo, entre jadeos, sudores y la sombra de los muebles, había un punto muerto de silencio.Entonces huías de mi lado, para refugiarte en ese lugar racional armado e irrconciliable con el amor. Esa fracción numérica donde la mentira deshacia los puentes ilusos que me hacían surcar los mares a tu encuentro.
Podría enumerar todas y cada una de las veces que, sumergido en tus ojos, me dejé vencer para hilvanar oníricos caminos en el borde de estrellas con tu nombre.Podría explicarte el sentido de las cosas que miran hacia el norte, enumerarte los vientos y las olas que surcan el atlante en una u otra dirección: señales incomprensibles salvo para los enamorados; salvo para los amantes.
Sé que detras de esa máscara, que yo adoraba sin esperanza, ocultas un corazón de hielo. el mismo que convierte el poema, en tedio, el fuego, en escarcha y el aire, en nada. Nada que flota en las promesas de los mares de besos, tan secos como el estío del desierto ahora.
El tiempo, ese juez incorruptible al que tanto temías, dictó sentencia en la hora temprana de la despedida, y aun así, seguiste jugando con el rey acostado en el tablero, ajena a la muerte del reino del amor.Por eso el desuso nos engulló y como una vía de agua -en el navío y la amistad-, que lleva camino del fondo, la mar dejó de contestar tus pregutas falsas.
¿te acuerdas? Nunca ocurrió, y el olvido hizo girones las velas en esa playa desierta donde no caben los naufragos, como esos barcos a motor que no pueblan los poemas.
Por el lobo que camina.

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