miércoles, 6 de enero de 2010

La torre de la mar




Sobre la colina descansa en ruinas la torre que domina el valle. La verde hiedra, cubre los muros y se adentra por los desvencijados postigos abiertos de las ventanas, que el viento hace quejarse. La balaustrada de la escalera que asciende hasta el pórtico hexástilo, sonríe desdentada a la maleza que amenaza con anegar la piedra blanca.

Cuando sopla viento de la mar, puede apreciarse el intenso aroma de las algas y a las noches, si el oído está atento, se descifra el lamento de las lejanas olas desgarrando las rocas. Hoy sobre la costa nada queda de aquel brazo de piedra que contenía la furia de la mar y el los fondos de la bajamar emergen cadavéricos lo que fue antaño el alma de muelles y tinglados.
Desde la cima de la atalaya de piedra, provisto de catalejo, el fantasma guardián de la torre, otea el horizonte dibujado en azul, esperando ver la almenara anunciando veleros de ultra mar. Las nubes grises ondean en el cielo donde tímidos rayos de sol se escapan por la grietas, como dedos de luz, adornando el paisaje tapizado de una amalgama de verdes y ocres. En la puerta flanqueada por centinelas de piedra, se juntan alabardas amenazantes de espino, franqueado el paso al zaguán desprovisto de techo. Las atrevidas flores hicieron su nido, entre zarzas y ortigas, sobre las baldosas, por eso cuando el sol luce despertando los colores, diminutas abejas se acercan zumbando sus canciones.

Hoy, naufrago, aparece un hombre destacando en la mar de hierba. De sus manos pequeñas surgen lápices que con delicados trazos emborronan el lienzo inmaculado. La luz juguetea con las sombras que los ojos teñidos de paisaje conforman despacio y desprovisto de andamios, eleva los pilares de otra torre tan parecida a ésta. Arbotantes, nervios, claristorios provistos de vidrios coloreados emergen entre las ramas de los árboles que asedian la torre y en el horizonte se perfilan unas nubes teñidas del color de la tarde. Para cuando terminan sus manos veloces de acariciar el lienzo, la luz es un fantasma que se descuelga del horizonte y entonces vuelve a quedarse sola la torre en ruinas sobre la colina.
Cuando en el cielo vestido de tul oscuro alumbre la reina su noche, un coro de grillos acompañará la figura quieta de las piedras, que se bañan en luz de plata. Vendrán entonces el búho y la blanca lechuza a escuchar las historias que desde antaño cuentan los espectros de la alta torre.

Por el lobo que camina.

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