martes, 19 de enero de 2010

Sucumbir en el Atlante



Hay un instante al morir la tarde, en el cual los dioses despliegan el velo y lo eterno aduna la retina y deshace el alma.

Las gaviotas que surcan el cielo parecen detener sus alas y los vientos rielan mansos en el espejo de cobalto. redonda desciende la esfera inyectada en naranja y el fuego colorea la franja que descansa sobre la sábana del océano.
Esas olas que mueren en la costa avanzan ondulando el azul despacio, hasta detenerse justo ahora, que la esfera comba el agua y empieza a desaparecer en el Atlante.
Cuando por fin fenezca ahogada y en el cielo no quede más huella que la luz detenida que agoniza, una esmeralda brillará en el punto exacto donde el pecio solar sucumbe y las nubes, donde la delgada luna rasga con su quilla los primeros añiles, teñiran de rosa su estola alargada.

Por el lobo que camina.

* Imagen es luparia.

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