sábado, 19 de junio de 2010

En las atarazanas.



Imagenes son luparia.

La luz que se filtra por los ventanales de la nave incide sobre la madera pintada de una quilla y sus cuadernas. En la mesa, la piel de la goleta descansa curvada bajo la fuerza de las sargentas que atenazan su vertical alma árborea. Una a una se superponen dibujando la alta proa con baupres. Es el tiempo de adornar con bronce la cubierta recta, donde una pareja mastiles alargados se elevan hasta el techo de la estancia. En la espera, se trenzan los cabos en su derredor y se afinan como las cuerdas de esa guitarra vieja que cuelga silente de la pared .
Un hombre de curtidas y afiladas manos, observa con detenimiento los frios planos de papel memorizando cada linea, y tras posar la mirada en las curvas formas de la enbarcación, sonríe satsfecho. Luego camina hasta la puerta y con fuerza, empuja las hojas que se abren dando paso a la luz. El sol anega la estancia lamiendo barnices, madera, bronces, cabos y el blanco de la enrollada vela sobre su verga enhiesta. Al otro lado de la rampa que se precipita hasta el azul, la mar observa y besa los rieles que se hunden en su trasparencia, como largos caminos de metal por los que pronto habrán de deslizarse las delicadas curvas de la nueva criatura de mar.

La constucción de esos barcos alejados del poliester frio, se asemeja al amor que comienza. En el esqueleto de madera, ese animal prehistorico que somos, se viste poco a poco con la piel de los sentimientos nacidos bajo las muchas horas llenas de conversaciones, de zozobra en la espera, de dudas, de ilusiones manifiestas; de besos como lunas llenas que se posan sobre la dermis de un blanco cuello o un hombro desnudo, del escalofrío robado en un suspiro, de la respiración acelerada sin sentido o el dolor que causa la espada de cupido cuando nos atraviesa de parte a parte sin compasión.

Ahora que las la nave está presta, las aguas del mar del amor esperan a la embarcación y esa puede ser- lo es- la mayor aventura que sin duda existe:Una nueva singladura en el mundo recien inauguado por nosotros.

Por el lobo que camina.

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