jueves, 7 de octubre de 2010

Despertares




Hoy al despertarme he sentido la algaravía de la luz y cerrando con fuerza los ojos me refugié en la sombra que la almohada ofrecía, más de nada me sirvió contra los dedos que se cuelan por la veneciana y lo impregnan todo de color. Resignado al fín y desarmado, acepté la derrota saliendo del refugio tenebroso donde se sueña y acercando la vista al reloj redondo de la mesita, interrogué por la hora a la esfera que dormía con su tic tac lento; lentamente las manecillas que giraban desbocadas sino locas en mi imaginación, fueron aquietándose hasta señalar, deslenguadas, la hora de levantarse. Luego, la brisa, aliada en la mañana de la luz, agitó las camapanas del movil colgado de la ventana, señal inequívoca de que los elementos no estaban del todo en mi contra y alertaban a la alegria de los perros. Los buenos días cánidos son tan húmedos como la trufa o la lengua que lame despacio la mano. Son dulces que se desbordan en tropel y es entonces cuando uno tiene que multiplicar las manos para acariciar acallando murmullos, rorroneos y aullidos. Así, en la nueva vigilia que me espera, tan despierto como la lámpara que cuelga del cielo, abro la ventana sabiendome del todo millonario en afecto.

Por el lobo que camina

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2 comentarios:

  1. Con amaneceres como el que describes, vale la pena adentrarse en el nuevo día.

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  2. cada día es un barco lleno de esperanza. Bienvenida Pilar

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