lunes, 22 de noviembre de 2010

Maitines



Como cada mañana he mirado al norte, donde las nubes duermen sobre la cima de las montañas. En la uve que forma la puerta petrea del barranco, puede verse contenido un lago blanco o gris que cubré la falda de la cumbre. Unos días desaparece lentamente antes de que las manecillas del reloj se junten en septentrión, pero otros, acuciado por el empuje del cielo, rompe las cadenas que lo atan y se derrama por el valle. El viento entonces gira con fuerza llevándolo hasta el mar y toda la tierra queda envuelta es un manto de ceniza. A lo lejos, en la degada línea que divide mar y cielo, pueden verse islas de sol brillar y es entonces cuando envidio la suerte de esas gaviotas de alas blancas que surcan el aire, porque ellas, impelidas por los vientos, se apartan de la costa y van al encuentro del sol; un velero despliega las velas y parece seguir el reflejo de la estela transperente que dejan sus alas sobre el gris hasta el precipicio azul donde residen el sol y mi deseo. Como cada mañana, miro al norte implorando a las nubes un poco de sol.

Por el lobo que camina.

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2 comentarios:

  1. Ese vaporoso velero que oculta rayos...el viento que es sabio sabe cuando acompañarlo para dejar que el padre sol ilumine a Madre Tierra....hermoso despertar...espero que llegaran los rayos...un abrazo

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  2. Las gaviotas saben de ello ,, no las ves como revolotean sobre ti??
    ,, te cuentan ,pero tu ,, miras el mar absorto en su danzar.

    Un saludo tu foto en la entrada de tu blog ,, me recordó un pequeño
    rinconcito mágico de mi mar

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