En la lejanía un lobo aúlla desgarrando las tinieblas y el viento trae hasta la costa su sonido. La mar lo envuelve con la cadencia irregular de su canto eterno depositándolo en la orilla, donde duerme la arena de una playa solitaria. Bienvenid@, navegante a mi mundo convulso. El lobo imprimió su huella en la arena para que te recrees, leas y sonrías.
martes, 29 de marzo de 2011
Huellas sonoras.
Imagen de la red, se desconoce autoría.
¿Cuánto tiempo ha de pasar antes de que su voz sea silencio?
Aún resuena en las paredes, en los muebles austeros de la sala; resuena en las calles grises que moja la lluvia, en los prados verdes que poco a poco invade la primavera.
Sobre la mesita de la alcoba una foto de hace tiempo me mira: un paisaje de otoño se camufla en la capa oscura del arena y blanco de su lomo. Hay un haya vieja que se retuerce hacia el cielo como una plegaria. Ya no recuerdo como era su sonido. Es una imagen sorda y muda como el papel en la que yace impresa, como el frio cristal que lo protege del tiempo, y sin embargo, quedó grabado en la palma de mi mano su postrero latido. ¿No hubo pájaros en aquel árbol? ¿No peinaba la brisa la miés y las hojas o los helechos de bronce? Con solo rozarlo, puedo reconstruir cada imagen en el álbum de instantes de mi memoria, con su fragancia y la luz de la tarde; a veces incluso siento el frio que dejó el silencio en ese cuerpo, y en el mío. ¿A eso solo se ha reducido su recuerdo? Debe ser que el tiempo siembra esas cosas para alejar las espinas de las rosas, pero con ello me priva de la huella sonora. Por eso intento levantar murallas sobre el cerco; alejar las naves de todo puerto, pues sé que esa calma deviene en sueño y más tarde en imperceptible olvido. Quisiera conservar cada imagen como lo que es ahora: una puerta que me hace revivir la vida. Una mano que me estrecha con fuerza hasta hacer desaparecer la pena.
Si el olvido llegase tan pronto hasta su foto, me quedaría huérfano; por eso la escondo en lo más profundo de mi pecho, junto a la cara oculta del corazón, ese hemisferio solitario, que nunca, a nadie, he mostrado por pudor.
Por el Lobo que camina.
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Se nota que la pena aun aprieta en tus estacias y el recuerdo y la añoranza invade tus letras, pero es un precioso recuerdo, las horas compartidas, las imagenes y paisajes que nublan los penssmientos. Es un placer leerte, siempre. Un gran abrazo y mi cariño amigo.
ResponderEliminarAdios,,,
ResponderEliminaradios , resbalan
Tantos adioses como palomas
por el cielo,
hacia el sur,
hacia el silencio.
No existen los adioses es tan solo hasta luego
el silencio que hoy golpea con fuerza , mañana sera un acorde hermoso.
un saludo
Las huellas amigo, aunque duela seguirlas...terminan perdiendose entre la nieve, lluvia, el sol, el aire o la niebla de la memoria...solo perviven cuando la palabra las rescata. Siempre me gusta leer tus letras. Un saludo
ResponderEliminarEstás en lo cierto Horizonte Suso, me doy tiempo para llorar: he aprendido la importancia que tienen las lágrimas.
ResponderEliminarsiempre es muy grato recibir tu visita, pero hoy, además de la lectura, llévate este gran abrazo del lobo que camina.
Lorena amiga, siempre hay huellas, por todas partes:por el aire en la tierra y en el agua y es bueno que así sea, ellas son el recordatorio de que vivimos intensamente dando rienda suelta al sentimiento. Aullidos y abrazos afectivos con natural emoción 8-)
ResponderEliminarEse silencio del que hablas lleva grabado en sus alas la huella sonora.
ResponderEliminarGracias Lau por tu huella en la arena triste de esta playa
Gracias Abela siempre es agradable ver tu huella en la arena de la playa
ResponderEliminarAullidos y abrazos