jueves, 19 de mayo de 2011

La Fuente


En aquellos días nada era más urgente que vivir corriendo aventuras al salir del colegio.Cuando las nubes grises nos permitían pasear alejados de los soportales de piedra, liberados de la capucha azul marino del impermeable, recorríamos la acera desde puerto chico hasta sotileza, que era como llamábamos nosotros a aquel parque junto a la mar.
Allí, no muy alejados del tío vivo que daba vueltas al son de la música, rodeados por bancos repletos con parejas de enamorados que se cogían fuertemente la mano,- para nuestra risa-; guarecidos tras la sombra de altos y viejos árboles, donde descansaban- y descansan- petrificados, los personajes de los libros que escribiera aquel hombre enjuto, de luenga perilla y bigotes, que corona sentado el monolito blanco. Justo al lado del estanque de albos y negros cisnes, enfrentados a la fuente con piscina de teselas turquesa, que una dama preside sentada muy quieta,jugábamos nosotros a la guerra.

Nunca supe por qué el constructor de estos monumentos- ambos-, tuvo la falta de delicadeza de sentar de espaldas a la mar, a aquellos ilustres escritores de mi tierra, solo espero que los honrados en ellos, les perdonen desde el Olimpo, pues es allí donde van a descansar tras una vida llena de novelas los escritores y poetas.

A los ojos de un niño de sexto- o séptimo- curso, aquella fuente era mucho más que el mármol y el bronce; mucho más que las flores y setos que siempre la rodearon. Era la fusión de Egipto, Grecia o Roma y lo que estas representan para quien estudia la historia por primera vez. Era el lugar perfecto para las batallas navales de nuestros barcos hechos con papel, o corteza u hojas muertas de magnolio.
Mucho antes de que decidiera rellenar cuadernos con dibujos e historias; mucho tiempo antes de comenzar a leer lo que aquella mujer escribiera durante esa era tan difícil para su sexo;mucho antes de saber si quiera lo que el sexo era; sin saberlo, reverenciábamos su grandeza inventando naciones, héroes y guerreros bajo su atenta mirada de piedra.

Recuero a mi amigo Juan Luis inventado la guerra, agachado junto al estanque, con las manos metidas en la alberca, contándome mientra jugaba, aquellas cosas que él leía en los libros de la biblioteca,- de los cuales yo no supe nada hasta mucho tiempo después. Recuerdo aquella tarde en la que abandonamos la escuadra para rescatar el cadáver de un alargado mule que flotaba a la diestra de nuestra diosa helena de la pluma, y en cuya gesta- operación Jamón en honor a los tebeos de Filemòn- arriesgamos enteras las naves y la ropa. Aun siento la humedad de la tierra que mis manos y la rama removía para la sepultura del general ballena a la sombra de aquel árbol que tantos días nos acogió.
Eran las tardes del Machichaco explotando, de Nelson perdiendo la vida en Trafalgar; las tardes con Anibal y sus elefantes a las puertas de Roma y las ocas; las tardes en las que siempre perdía al ajedrez, en cuyo juego mi noble amigo tuvo la paciencia de adiestrarme como a un joven gladiador.

Hoy, a casi seis lustros de aquella tarde de Mayo, he regresado a la fuente y al contemplar su efigie, he susurrado el nombre como el hijo que visita la tumba de la madre por primera vez.Luego y tras rememorar las tardes felices acariciando la corteza de los árboles, he arrojado una rosa al estanque, preguntándome, si algún niño vendrá a rescatar la flor, como nosotros al pez de aquella tarde.

Por el lobo que camina


Safe Creative #0908074208066

2 comentarios:

  1. Hermosa historia, Lobo, me tomé la libertad de -por el tiempo que duró mi lectura- pertenecer a la bandita que salía corriendo del colegio.

    J&R

    ResponderEliminar
  2. Si vendria algun niño??,,
    ya lo creo que fue, y le dejo una rosa.


    Un placer como siempre.

    ( yo nunca queria quitarme las botas de agua,
    y las torments sonreian)

    ResponderEliminar