martes, 14 de julio de 2009

Estrella endémica.


Las estrellas mienten en el cielo con su belleza distante y sin embargo, orientan a los navegantes, enamoran a los amantes y extasían a los solitarios, que las anhelan contemplando sus halos brillantes sobre el manto nocturno.

Desde la noche, se asoman los corazones a su fulgor, esperando les concedan éstas, los deseos que albergan sus almas desbordadas de sentimientos, en esa hora maldita en que callan los ruidos y los hombres y las heridas sangran a media voz.
El rubí debajo de la luna, cuyos cuernos apuntan al oeste, contrasta con el brillante Venus que aparece en el inaugurado cielo en sombras, donde pasean despacio, las nubes inquietas, fustigadas por el viento que aúlla enredando las cortinas.

Lejanas sirenas que vagan por el tul de raso azabache, mientras, somos Ulises que las observan, amarrados al mástil de la vida, en éste navío de tierra caduca y hostil, que navega por el mar, sin nombre, sin rumbo, sin otro destino que la muerte.
Condenados a amarlas, mientras ordenamos el imaginario dibujo que nuestras mentes inventan para nombrarlas, como si al hacerlo, las poseyéramos un instante entre las frágiles manos de hueso y carne.

No hay comentarios:

Publicar un comentario