viernes, 16 de octubre de 2009

Undécimo desvarío terrestre



Recorro la senda que asciende con el uno repetido desde el mar azul. El ruido del motor se mezcla con el viento y se aleja de mí mientras avanzo en lomos de metal. Siento unas manos que se abrazan al torso protegido por el cuero negro y sonrío detrás de la máscara. Costa del este, Mar de ajo y son tus senos los que se dibujan en mi espalda. Sigo las rectas líneas de la serpiente de asfalto que repta paralela al azul de la costa y que termina en una lanza adornada por ríos como una pequeña Venecia natural con nombre de santo. El viento modela el paisaje que rodea el faro de rayas azules y blancas: mástil del barco de la tierra que se eleva esperando que alguien despliegue sus velas para llevarlo a la mar. En su cima la luz de la noche gobierna la vegetación que lo abraza y desde lejos los barcos hacen guiños con sus luces rojas y verdes al pasar.
El sol camino del occidente se enreda detrás de las montañas cuando mar y cielo se confunden envueltos de cobalto surcado por oscuras gaviotas blancas. Detengo las ruedas que me llevan solitario y escucho lo que dice el viento enmascarado de invisible. Su voz Habla de mar y silencio con olas que cabalgan adentrándose en los ríos mientras miro al norte del oeste donde tus ojos se alzan sobre todo el paisaje. Cuando vuelva a la senda tornada en sombras que la luz de mi proa desgarra al pasar, volverás a abrazarme mientras recorro las tierras en la motocicleta de sueños que lleva tu nombre, libertad.

Por el lobo que camina.

**Imagen es luparia

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