sábado, 27 de junio de 2009

El Patio.

Los cuatro edificios grises con placas conmemorativas de su construcción, enmarcaban el centro de aquel mundo infantil. Fuera de él, solo el colegio y la ciudad inexplorada, donde correr aventuras.

Al norte limitaba con el viejo taller grasiento con mono azul y coches destartalados, que vivían momentáneamente en aquel mundo, para deleite de sus menudos pobladores .Dentro de éstos ,los pequeños conductores, recorrían carreteras imaginarias al volante de mágicos vehículos híbridos, que deslizaban sus gomosas ruedas, bien por las dunas del desierto, bien por el misterioso fondo marino.

Al oeste la tapia que delimitaba la frontera natural con el barrio vecino y la huerta del tío Frutos con su higuera. ¡Oh! Cuan mágico debía de ser éste espécimen de árbol frutal, ora nave espacial ora barco pirata ora diligencia asaltada por los indios. Allí entre sus frondosas ramas, comenzaban las mayores aventuras, tocado para la ocasión de gorro vaquero o casco romano. Y en septiembre, los ricos y jugosos higos que acompañaban la merienda estupendamente.

Al este la alta tapia con contrafuertes, que solía ser el estadio de futbol de la capital del reino, con su portería dibujada a tiza y las ventanas de los grises bloques de viviendas, los espectadores que gritaban los goles con entusiasmo y devoción a los jugadores bajitos de pelo revuelto y gotas de sudor en la frente.
Esta tapia hacia de divisoria con el vecino centro, donde niños con menos suerte jugaban en magnificas instalaciones deportivas y columpios relucientes, pero no eran arropados por sus madres por las noches, sino por unas señoras de cofia y falda azul con crucifijo.

Al sur, el jardín prohibido, y el acceso al reino vecino de niños y señoras con cofia, escalando la tapia con ayuda de los alambres espinosos que protegían el misteriosos lugar. Este jardín era custodiado por los peores seres malignos que poblaban el curioso planeta, que era este mágico patio de juegos. Allí moraba doña Regina, de verruga en la cara, pelo oscuro permanentado con rulos caseros y cuyos gritos amenazantes, eran el terror de todos los seres pequeños y mayores del reino. También estaba doña Cea de cuyo tendedero colgaban a veces uniformes de soldado paracaidista según los espías locales, y que amenazaba con arrojar agua a la vez que maldiciones por la ventana de cristales traslucidos. Y que decir de doña Odulia y su escoba amenazante asomando por la ventana.

Pero los más misteriosos seres, eran los Pantuflos. La familia extraña cuyos niños nunca jugaban con el resto, se escondían detrás de las cortinas o espiaban por la mirilla de la puerta de la casa. La mamá nunca salía, salvo para asustar al incauto que osaba acercarse a la ventana del entresuelo donde vivía. Debía ser un horrible ser deforme y maligno como Frankenstein o Drácula o los los misterios de la cripta. Aunque a veces se oían risas y no los gritos del infierno terrible, que era imaginado.

Así fueron pasando los años, entre éstos puntos cardinales, mientras los seres bajitos crecían en estatura e iban perdiendo los misterios y la magia local de su mundo, fruto de las enseñanzas escolares y la ventana que miraba al salón de su casa.


Cierto día me asomé a aquel patio de pretéritos años felices y vi como las paredes grises habían sido sustituidas por tonos pastel, la calle principal del reino asfaltada y el viejo taller pintado a rayas rojas y blancas, la grasa transformada en el ordenador de diagnóstico. Ya no había viejos vehículos aparcados esperando a sus diminutos conductores.
El contorno de las aceras dibujaba serias plazas de aparcamiento para los residentes, limitando así el campo de futbol cuya portería ya no lucia en la pared de la tapia pintada de amarillo.los guardianes del jardín también habían desaparecido por forzoso traslado, uno que siempre aguarda al final del viaje.
La vieja higuera seguía allí, esperando a sus valientes pobladores, pero estos ya nunca volvieron a sus ramas. Aun así ella esperaba en silencio rememorando viejas glorias y engalanándose cada septiembre con frutos carnosos y dulces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario