sábado, 19 de septiembre de 2009

La casa vieja



** Imagen tomada de BANCO DE IMÁGENES GRATUITAS http://joseluisavilaherrera.blogspot.com/

En la colina descansa la casa vieja. Nacida de la fronda de ancianos árboles que cierran la vista como celosías perennes. Asoma con su tejado de cenizas y buhardilla que relampaguea con las luces de la tarde. Un obelisco de ladrillo rojo ahúma el frío invierno, donde el roble del jardín es solo un fantasma ocre de brazos sinuosos entre la bruma. Más allá de la cancela que cierra con su hierro oscuro el contorno del jardín, hay un camino empedrado con losas grises que se visten de musgo en la umbría, donde el sol ha huido.
Hay un estanque de verdes aguas donde flotan los lirios y los zapateros. Unos juncos espigados cierran la ribera con su delgada figura y la estatua de una diosa de plisada túnica, se yergue inmóvil señalando el oriente. Los peldaños asciendes hacia la puerta blanca de la entrada donde unas retorcidas columnas enmarcan el rectángulo del dintel. En una hornacina de azulejos pintados descansa la figura de una mujer con niño y corona, protectora y vigilante de piedra sobre el ladrillo. Entre los rojos de la fachada trepa verde la hiedra hasta las ventanas, donde aguarda el ánima vaporosa de las cortinas y el pequeño balcón de piedra se resguarda bajo el alar del tejado que cae despacio sobre él.
En el viejo porche aguarda vacía, una oscura mecedora que el viento inquieto hace galopar. Es la hora de la siesta y se escuchan los murmullos del campo bajo el fru fru de las hojas del sauce que esconde pequeñas aves y sus trinos ríen con los rayos del sol.

Por el lobo que camina por la vereda de la casa vieja.

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